9 dic 2015

El Transportador recargado: Con batería al 5%

* *    REGULAR

En el año 2002, Luc Besson dio inicio a una exitosa franquicia que ha engendrado dos secuelas (2005 y 2008). Su protagonista, Jason Statham, se consagró como la nueva estrella del cine de acción en la última década. Tal fue su reconocimiento que motivó que el pelado fuera convocado para configurar el elenco de "Los Indestructibles" (2010 y sus secuelas de 2012 y 2014), película que reunió a legendarias figuras del género, como Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, entre otros. Statham vive su momento de gloria al punto de rechazar el regreso para la cuarta entrega, "El Transportador recargado" (2015). Lamentablemente debo decirles que este reinicio de recargado tiene poco; más bien, descargado sería el calificativo más exacto.
En varias oportunidades he subrayado y cuestionado el deseo de la industria cinematográfica de estirar como chicles franquicias que han funcionado bastante bien en la taquilla (aunque no así entre el público especializado) para obtener los máximos provechos. "El Transportador" es un claro ejemplo de esa idea. La premisa sostenida en la cinta de 2002, y que se replicó en las secuelas, era bastante simple y no ofrecía complejidad alguna. Pero luego de una década y tras varias entregas en las que la lógica fue repetida, resulta necesario para el público un relanzamiento que suponga al menos la propuesta de unos puntos interesantes. Besson apeló al "cambio de caras"; es decir, a reemplazar a Statham por Ed Skrein, a quien hemos visto interpretando a Daario Naharis en la tercera temporada (2013) de la exitosa "Game of Thrones". Este nuevo protagonista no logra sostener el personaje que Jason ha sabido moldear con los años ni tampoco aportar algo más que una cara bonita en constantes peligros. Sin embargo, aquí entra a jugar toda la pericia cinematográfica de Besson para suplir esta debilidad. El francés sabe darnos acción: muy buenas persecuciones, grandes escenas de acción explosiva, elaboradas coreografía de peleas, chicas hermosas por doquier, autos lujosos y locaciones bellísimas.
¿Combinación perfecta? Creo que no. ¿Maniobra de distracción? Puede ser. Si algo queda en claro es que estos elementos constituyen el cliché más evidente que puede existir en el género de la acción. 
Esto que acabo de decir está íntimamente ligado al problema recurrente de toda franquicia: el agotamiento de las ideas a la hora de elaborar la trama. Lo técnico/estético puede gustar y entretener pero jamás ocultar las deficiencias del libreto. En este nuevo transportador no hay nada innovador que mostrar o que nos permita pensar que la reinvención de la saga va por buen camino. Esta cuarta entrega solo prueba que la fórmula se está agotando y que los intentos de recrearla no han sido exitosos. Si bien la historia logra introducir giros argumentales interesantes (como lo son la aparición del padre del protagonista y los motivos que desencadenan el conflicto), el balance final se inclina por la conclusión de que ya no hay más que ofrecer. 
Resultará admirable el hecho de que se reconozca con total honestidad que hay películas que deben dejarse en el estado en que se encuentran y no forzar relanzamientos, secuelas, precuelas, etc. Claramente que esta honestidad no reside en el alma de los productores hollywoodenses, negados a asumir riesgos creativos que impliquen a la vez riesgos financieros. Si se sigue aplicando esa lógica de que "si al público le gustan las milanesas con papas fritas hay que seguir dándoles más de ese plato", los productores seguirán reproduciendo fórmulas que ya deberían darse por descartadas.

Crítica realizada por Leonardo Arce.



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