El actor danés Mads Mikkelsen, a quien lo pude conocer gracias a la cinta "La Cacería" (2012) candidata al Oscar en la categoría de Mejor Película de habla no Inglesa, encabeza una impecable producción franco-alemana. Se trata de una película que se caracteriza por la ausencia de espectacularidad en su diseño, teniendo en cuenta la época en la que se sitúa, pero que encuentra toda su fortaleza en lo actoral y argumental. Esta especie de “separación de aguas” la hace interesante. La trama se sitúa en Europa en el siglo XVI. Michael Kohlhaas (Mads Mikkelsen) es un próspero y respetado comerciante de caballos. Un día, se topa con un señor feudal quien, por transitar el territorio, decide cobrarle un peaje.
En 1999, la factoría Disney nos trajo una versión animada de la historia creada por Edgar Rice Burroughs y nos regaló una película atractiva, divertida y con un fantástico repertorio de canciones a cargo de Phill Collins. ¿Quién no se acuerda de la emotiva “En mi corazón vivirás”? En 2014, una co-producción estadounidense y franco-alemana realizó una nueva animación basada en el Rey de la Selva. Retomando conceptos básicos de la historia original, realiza una revisión del Tarzán del siglo XIX para adaptarlo al siglo XXI, pasándolos por el tamiz de la modernidad y generando ciertos giros en la trama. El resultado es diametralmente opuesto al logrado por la versión de Disney. Aquí la trama parte de la desaparición de los dinosaurios a causa de un gigante meteorito durante la prehistoria. Con el paso del tiempo, una manada de simios se encargan de custodiar el meteorito, una gran fuente de misterios. En la actualidad, el matrimonio Greystoke vive en la selva africana, intentando hallar la roca espacial. Tras una expedición por aire, los Greystoke mueren y sólo su pequeño hijo sobrevive, quien es adoptado por un grupo de gorilas que lo hacen parte de su familia. Criado como un simio, Tarzán aprenderá a convivir con su entorno natural hasta que se topa con Jane Porter, una joven aventurera e hija del compañero de su padre. La selva estará en peligro cuando William Clayton viaje a África con la clara intención de hallar aquel meteorito que, según se dice, tiene grandes poderes. Creo que la intención de los productores de encontrar vetas interesantes para actualizar la historia que tanto conocemos gracias a la literatura y al cine, es algo para aplaudir y valorar. Entonces, ¿cuál es el problema de esta película? Por empezar, el gran problema radica en la animación: se nota cierta ausencia de originalidad en el diseño de los personajes y de los entornos. Debo confesar que hay un tramo demasiado similar a “Up, Una Aventura de Altura” (2009), hay ciertas recreaciones selváticas tan recargadas como las que vimos en “Lluvia de Hamburguesas 2” (2013) y varios rostros femeninos me hacían recordar a todas las películas de la blonda Barbie. Parecía un rejunte de criterios de animación que no terminaban aunarse para formar una visión propia y homogénea. Nada atractivo; pero nada. Por otro lado, estos costados nuevos de la historia no la hacen más interesante que las versiones ajustadas a la novela original. Un remoto meteorito no realza ninguna trama si ella no es acompañada con acción y emoción. Y ese rejunte que sucede en la animación también se hace presente en el aspecto argumental. Hay momentos en que la naturaleza es llamada a auto-defenderse y un héroe único es el que amalgama esa defensa para llevarla a buen puerto, algo demasiado similar a lo que James Cameron recreó en “Avatar” (2009). Pero hay algo que falta y puede resultar imperdonable: que no se hayan propiciado momentos emotivos que toquen un poquito el corazón de quien la está viendo. Si bien nada es nuevo y todo puede reciclarse, la idea es armar una historia con la que el espectador pueda divertirse y pasar un grato momento en una butaca. Esta versión de Tarzán, en términos generales, no defrauda pero no innova en nada a lo que ya hemos visto del niño criado por gorilas. Crítica realizada por Leonardo Arce.
El cine europeo tiene
ese “que se yo”. Goza de una particular
forma de desarrollar historias, de modos intimistas de abordaje y de
actuaciones poderosas y sinceras. “Bárbara” es un nuevo exponente que logra
cocinar en su justa medida esas tres variables. El director y guionista Christian
Petzold, ganador del Oso de Plata como Mejor Director en el último Festival de
Cine de Berlín, nos regala una serie de pinceladas de un tiempo pasado: la
Guerra Fría y el comunismo, la cortina de hierro y la Alemania dividida en dos
tras la Segunda Guerra Mundial. En este marco referencial témporo-espacial,
emana el personaje de Bárbara, la protagonista de esta historia.
La trama se ubica a
finales de la década de 1970. Bárbara (Nina Hoss) es una enigmática doctora que
estuvo presa en Berlín Occidental y que, tras ser liberada, es reubicada en una
provincia alemana oriental para prestar servicios en el hospital de un desolado
pueblo. La protagonista comienza a trabajar de manera dedicada, peleando con
sus propios miedos, sometida a constantes requisas por parte de la policía y ocupándose
de una joven embarazada prisionera y de un joven que intentó suicidarse. La
adaptación a este nuevo lugar se ve facilitada por la ayuda de André (Ronald
Zehrfeld), jefe de médicos del hospital, con quien va forjando un fuerte lazo aun
cuando ella mantiene una relación sentimental con otro. El dilema que se le plantea
a Bárbara transcurre entre la libertad que le promete su novio (quien planea
una huida de Alemania) y las posibilidades de crecimiento profesional que le
ofrece su jefe. Es aquí en donde la médica debe decidir su futuro.
Con un guión muy bien
construido, que plantea una trama principal de la que se desprenden dos
secundarias, la historia se va expandiendo de manera lenta y pausada, sin que
ello desmerezca su potencialidad y belleza. Las sub-tramas realzan, por
momentos, aspectos psicológicos de la protagonista que busca reprimir u ocultar:
su humildad, compromiso y ternura. Por ello, estas vetas en la historia
principal son hebras jugosas y muy bien utilizadas, que le dan la forma final a
la madeja.
Hay algo para
resaltar. Son pocos los guiones que permiten que los “huecos” que presentan puedan
ser tapados por el propio espectador, a través de unos pocos datos. Ese
interesante juego de “libre interpretación” es el que esta película propone si
se pretende descubrir el oculto pasado de la protagonista, cuya construcción
estuvo a cargo de la premiada actriz Nina Hoss, quien supo rodear a Bárbara de
un halo de misterio, dureza, miedo y arrogancia, todos elementos entremezclados
a la perfección. De allí la denominación de esta película, pues Bárbara es el
centro y el norte hacia donde se dirige la trama.
Una historia fortalecida y
muy bien apuntalada por sólidas actuaciones, que pretende reflejar la sociedad y
la política alemana en los años previos a la caída del Muro de Berlín. Una
historia sostenida por muy buenos recursos técnicos, entre los que se destaca
la excelente fotografía que se encargó de presentar la desolación del lugar
donde transcurre la trama. Una historia que cierra de principio a fin, sin
fisuras algunas que impidan pasar un momento de buen cine. Del buen cine que
tanta falta hace.
Me costó bastante escribir esta crítica. Nunca me sentí tan manipulado y manoseado a nivel intelectual y emocional como me pasó con "Amour" de Michael Haneke. Un film que cuenta una historia cruel, mala leche y desde la perspectiva de un snobista que se preocupó más por mostrar el comportamiento superficial de la burguesía intelectualoide, que el supuesto tema del que trata la película. A todos nos gusta disfrutar de un poco de elegancia en el cine, nos gusta ver personajes refinados y atractivos, pero cuando la boludez elitista llega demasiado lejos, hay que estar atentos para no caer en sus garras. En "Amour" se nos propone la historia de dos profesores de música clásica (no podía ser de otra manera) de avanzada edad, Anne (Emmanuelle Riva) y Georges (Jean-Louis Trintignant), que están casados y trabajan juntos. Un día que parece ser común y corriente en la vida de este matrimonio, a la pobre Anne le da un ataque cerebro vascular que la deja con la mitad de su cuerpo paralizado. La trama se basa en cómo ambos deberán ir lidiando con el rápido deterioro físico que va sufriendo Anne y como esto pondrá a prueba su amor, sobre todo el de su marido que tiene la responsabilidad de cuidarla. Hasta la 1ra mitad el film es realmente interesante y disfrutable, con un buen trabajo de involucramiento del espectador y haciendo un avance sobre el drama bien cuidado pero con contundencia. Las interpretaciones de ambos actores es espléndida. Lamentablemente en la 2da parte Haneke saca lo peor de sí y nos sumerge en un infierno que nos deja revueltos y angustiados para todo el día, sólo con el objetivo de regodeo propio y para horrorizar al público con su manejo de las situaciones que debe vivir la pareja. El director alemán es conocido por sus trabajos oscuros y con toques de sadismo, pero al menos en las películas anteriores era sincero con la propuesta desde el inicio y no nos engatusaba para manosearnos después. En "Amour", Haneke teje una red peligrosa que nos va enredando mientras no nos damos cuenta, de hecho disfrutamos como nos vamos envolviendo en ella. Cuando estamos a punto caramelo, aparece con todo su veneno y nos lo inyecta de lleno en el corazón. Esos personajes con los que conectamos y que se mostraban de buen corazón, se tornan insoportablemente egoístas y banalizan de manera asquerosa el significado de la palabra amor. Un marido que no aguanta más el deterioro de su mujer porque lo icomoda, una hija prácticamente ausente que sólo aparece 2 o 3 veces para tirar algunas lágrimas de cocodrilo... Heneke, ¿querés saber que es realmente amor?, fijate en alguna pareja que se la banque en serio, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad; conozco algunas. Llamarle amor a un viejo superficial que cansado de las dolencias de la mujer decide que la muerte es la solución más acertada es para cagones. (Atención SPOILER) La historia que le cuenta justamente el personaje de Georges a su mujer antes de asfixiarla con una almohada, grafica muy bien la cobardía del personaje y la mala interpretación que tiene usted de algo tan importante como el amor por otro ser humano (Fin SPOILER). Los aspectos técnicos son muy delicados y profesionales, la dirección de actores que lleva a cabo Haneke es formidable, pero es una lástima que tanto talento y profesionalismo se utilice con esta maldad y con el objetivo egoísta de cosechar premios. No la recomiendo.
El "Fausto" de Sokúrov fue una película que cosechó muchos elogios entre la crítica especializada e incluso ganó el León de Oro en el Festival de Venecia en 2011, pero debo decir que a mí personalmente me costó mucho seguirla y mantenerme conectado con ella. La historia es conocida: Intelectual atormentado que hace pacto con un ayudante del diablo (Mefostófiles) por lujuria y poder, sólo que en este film el director imprime su singular personalidad y hace una interpretación compleja, poética y bastante diferente de la historia original, aunque mantiene la esencia por supuesto. El cine de Sokúrov no es apto para todo público, es lisérgico y tiene un ritmo que no escatima en frenarse en diálogos eternos, es un tipo de cine que el espectador promedio puede admirar o directamente aborrecer hasta el punto de levantarse de la sala y retirarse. El problema con las películas de autor como esta, es que estamos frente a personalidades del séptimo arte que tienen una visión filosófica profunda acerca de lo que están filmando, cuestión que muchas veces deriva en que no se tenga para nada en cuenta al espectador que concurre a la sala de cine y sólo se busque la satisfacción personal del director que está llevando a cabo el film. Es verdad que Alexandr Sokúrov es un gran talento del cine, trabajos como "El Arca Rusa" y "Madre e Hijo" lo certifican, pero también es verdad que no todos sus trabajos alcanzan a producir una experiencia espectacular. "Fausto" creo que es un claro ejemplo de buen cine que no llega a maravillar, que tiene una dirección de arte excelente, un uso de cámara envidiable y actuaciones buenas, pero aún así, peca en pretensiones y se auto posiciona en un grupo de films que sólo pueden ser disfrutados por un puñado de eruditos cinematográficos que idolatran ese género tan difuso llamado "cine arte". Si te sentás con paciencia y predisposición para entrar en el complejo mundo Sokúrov, la vas a disfrutar un poco, sino puede llegar a representar 140 minutos de tortura alemana.