12 jun 2013

El gran casamiento: Cuando el reparto pretende sostener lo insostenible

*         MALA

Un nuevo exponente de la comedia liviana norteamericana. Otra película que se suma a una cada vez más nutrida lista de fiascos que confinan el género al lugar menos deseado del cine: al descrédito. Un nuevo intento que condena a la comedia romántica al filo de la guillotina. “El gran casamiento” es la nueva reina francesa María Antonieta, que camina con orgullo hacia un verdugo sediento de sangre. Porque, honestamente, se trata de una película indigerible.
Un guión parchado pero descosido, que toma lo mejor y lo peor de los componentes elementales de una comedia, se encarga de contar la historia de Alexandro (Ben Barnes) y Missy (Amanda Seyfried), una joven pareja que transita los preparativos de su boda. Los padres adoptivos del novio, Ellie Griffin (Diane Keaton) y Don (Robert DeNiro), vuelven a reunirse tras diez años de haberse separado, a causa de que éste la engañó con su mejor amiga, Bebe (Susan Sarandon). La trama se tensa cuando Alexandro les anuncia que su madre biológica viajará desde Brasil para asistir a la boda y que, a causa de sus creencias religiosas, no debe enterarse de que Ellie y Don se encuentran separados. Por ello, deberán aparentar que son un matrimonio tradicional y feliz, causando el malestar de Bebe.
Una historia bastante sencilla y simple no impide que un director pueda proponer una elaboración personal atractiva en el modo de presentarla, a los fines de hacerla tolerante a los ojos no muy exigentes de la audiencia. Alguien con talento hubiese aprovechado este mediocre libreto para realizar una película medianamente aceptable. Si la idea de los productores y del director era promover un espacio de diversión para el público, creo que deberían reintegrar el precio de varias entradas del cine.
Sin una pizca de gracia, con guiños cómicos repetitivos, carente de toda originalidad y pretendiendo introducir innecesariamente ribetes dramáticos a través de tramas secundarias, la historia no redondea los personajes y las relaciones que entablan entre sí. No resulta lógica, por ejemplo, la relación conflictiva de un padre con su hija a lo largo de toda la película para culminar, en sus últimos tres minutos, a las sonrisitas. ¿Cuándo se produjo el quiebre positivo de ese vínculo? Nunca quedó claro. Y subrayo algo intolerante: no creo que el recurso de ver a los personajes cayéndose al agua tontamente logre robar algunas risas. ¡Vamos guionistas! ¡Vale usar el ingenio y la imaginación!
Sin lugar a dudas, la historia recae en los hombros de un reparto de lujo integrado por excelentes actores como Robert DeNiro, Diane Keaton, Susan Sarandon y Robin Williams (quien parece repetir su papel de “Licencia para casarse”), constituyendo esto su único punto fuerte. Pero tratan de remar contra la corriente, no logrando ninguno de ellos realzar y defender esta historia que no se está a la altura de semejantes talentos. Un desperdicio tremendo contar con este elenco estelar y, asimismo, irse a pique.
Subestimar al público es una herramienta muy bien utilizada por los creativos hollywodenses actuales. Las comedias románticas actuales parecen salir todas completas, con aderezo y fritas, como si fueran una promoción ocasional de una rotisería. Afortunadamente, el público las compra, pero no se chupa el dedo...

Crítica realizada por Leonardo Arce



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