19 may 2015

Desechos y esperanzas (Trash): La pobreza comprometida

* * * *  MUY BUENA

Stephen Daldry, el director de recordadas películas como "Billy Elliot" (2000), "Las Horas" (2002) y "El Lector" (2008), viene a romper sus esquemas tradicionales y oscarizables para acercarse a ritmos vertiginosos y contestatarios. "Trash" (2014) viene a ser una anomalía en su pulcra y cuidada filmografía, circunstancia que es para celebrar. Son esos riesgos que se asumen y que tanto he disfrutado.
La trama es una mezcla de conspiraciones económicas, violencia institucional, abusos sociales y corrupción política, y nos pone en pantalla desde el inicio a tres niños que sobreviven gracias a lo que recogen de un inmenso basural en las afueras de Río de Janeiro, Brasil.
Rafa (Rickson Teves) encuentra una billetera dentro de la cual encuentra ciertos elementos que pondrán en peligro su vida, la de sus amigos y de toda su comunidad. Este hallazgo lo envolverá en una sucesión de acontecimientos que lo involucrará peligrosamente en la búsqueda de la verdad que políticos, policías y matones intentarán ocultar. Sus amigos Gardo (Eduardo Luis) y Rata (Gabriel Weinstein), lo acompañarán y recibirá la ayuda de Olivia (Rooney Mara), una profesora de inglés que trabaja en la favela, y de un sacerdote (Martin Sheen).
El director, con gran atino, ha sabido marcar un ritmo interesante que acapara la atención del espectador de principio a fin. Las secuencias de persecución son muy logradas. A esto ayuda mucho un diseño de montaje impecable, en la que se van incluyendo el relato casi documental de los niños frente a una cámara aficionada. Estéticamente está muy bien y forma un todo homogéneo que se acopla a la perfección con la trama y las actuaciones. Acá me detengo para resaltar el trabajo actoral de los niños protagonistas: logran proyectar sobre sus actitudes y sus expresiones la pobreza y todo lo que ello les acarrea, además de la destreza desplegada en las escenas de acción. Digno trabajo. Sostienen muy bien las actuaciones de Mara y Sheen.
Más allá de estos aspectos positivos, la trama desnuda una ideología un tanto imperialista. Creer que gobiernos corruptos e injusticias sociales son patrimonio privativo de países emergentes como los latinoamericanos o africanos es mantener una mirada simplificada y alejada de la realidad. Estos patrones perfeccionistas que aspiran a recalcar los maravillosos gobiernos de los países ricos conforman aquel discurso tan propio del cine norteamericano y que tanto cuestiono. Aún así, esto lo puedo perdonar porque el resultado que se extrae de la cinta así lo requiere.
La otra cara de la moneda lo constituye una cruda crítica hacia la violencia institucional. Los abusos policiales quedan expuestos de una manera cruel, difícil de digerir. Esta distinción racial del blanco/rico y el negro/pobre se proyecta desde las líneas expresadas por los personajes de los niños y eso lo hace aún más fuerte. La falta de confianza en aquellos que aspiran a resguardar nuestra seguridad y los intereses mezquinos de pocos en detrimento del bienestar general son tópicos que al espectador le van a quedar en la mente.
Con un cierre a lo "final feliz" (algo bastante inverosímil de acuerdo a lo que se fue planteando en la trama) y a pesar de estar plagada de clichés, la película nos invita a reflexionar sobre temas sociales complejos. No puedo dejar de mencionar "Ciudad de Dios" (2003) o "Slumdog Millionaire" (2008), las que constituyen fuentes de las que esta película es extremadamente tributaria. Aún a pesar de ello, y remarcando lo que ya dije, son cosas que se le pueden perdonar.

Crítica realizada por Leo Arce.



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