22 mar 2013

Anna Karenina: Teatralidad y sobreabundancia


* * *        BUENA

Cuando se escucha el nombre de Joe Wright relacionado a Keira Knightley para la realización de un drama épico, resulta imposible no prestarle atención al proyecto y generar altas expectativas. Es que esta reunión viene precedida por dos fructíferos filmes: “Orgullo y Prejuicio” (2005) y “Expiación, Deseo y Pecado” (2007). En ambas películas, Wright fue desarrollando de manera evolutiva una interesante faceta artística y parece que “Anna Karenina” se posiciona en el apogeo de esa exploración, al dar riendas sueltas a todo su talento. En definitiva, nos da un resultado aceptable, pero nada más.
Ambientada en la Rusia Imperial de la segunda mitad del siglo XIX y basada en el clásico de León Tolstói, la película desnuda la moral de la sociedad aristocrática zarista en pleno descenso. Retrata la historia de amor entre Anna Karenina (Keira Knightley), una respetada y distinguida dama casada con Alekséi Karenin (Jude Law), un alto funcionario ruso, y el Conde Alekséi Vronsky (Aaron Taylor-Johnson), un joven militar en pleno ascenso. La desaprobación del estrato social al que pertenecen se convierte en la fuente de remordimientos, excesos, culpas y locuras para ambos personajes, debiendo ambos lidiar con tormentos internos para probar si el amor que se tienen es más fuerte que los convencionalismos sociales.
Lo destacable es que la trama se recrea en el escenario, en los camarines y en la sala de un teatro. A medida que los personajes van interactuando y moviéndose, los decorados aparecen y desaparecen, casi todo como por arte de magia. Si bien es la concepción artística que Wright ha querido imprimirle a un clásico llevado al cine en varias ocasiones, termina pagando el alto precio de lograr la asfixia del espectador, al poner toda la carne que disponía sobre el asador. Las pocas escenas que transcurren en espacios naturales revitalizan la película dándole aire fresco frente a tanta superabundancia. La novedad del recurso se realzaría si hubiese sido utilizado en la justa medida. Aunque ello no desmerece las impecables escenas montadas, como el baile de la mazorca de los protagonistas; sencillamente, sublime.
Demás está destacar el trabajo de Jacqueline Durran en el diseño de vestuario, por el cual se llevó el premio Oscar, y la composición de Darío Marianelli, recreando musicalmente a la perfección la atmósfera aristocrática imperial rusa. En fin, un trabajo artístico importante que condensa vestuario, música, escenografía y fotografía, pero que cae en excesos importantes. Como un “Moulín Rouge” de Luhrmann pero sin justificación alguna en el guión.
Las actuaciones no son puntos fuertes; un tanto frías, que no logran apoyarse en un libreto que explore a fondo los sentimientos de cada personaje. Knightley podría haberse jugado con su composición pues es solvente para hacerlo, pero apenas llega a ser correcta. Aaron Taylor-Johnson me sorprendió; sólo lo veía en su personaje en Kick-Ass. Jude Law, excelente y medido. Pero eso no permite evaluar el elenco en su conjunto; no logran los personajes involucrarse entre sí, ni proyectar nada sobre el espectador.
Un proyecto ambicioso que atrapa pero en el que la sobreabundancia de elementos opaca la historia. Las actuaciones han cedido lugar ante el arte. Así que si disfrutás de esos aspectos cinematográficos, caerá como anillo al dedo. Un proyecto ambicioso que atrapa pero en el que la sobreabundancia de elementos opaca la historia. Las actuaciones han cedido lugar ante el arte. Así que si disfrutás de esos aspectos cinematográficos, caerá como anillo al dedo.

*Crítica realizada por Leonardo Arce, gran amante del cine y amigo de la casa.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena crítica, puntual y clara. Habrá que ver la película para coincidir o no con ella. Saludos!
DM

postcardsfromitaly dijo...

Muy buena crítica, espero verla pronto a ver si coincidimos.
Un saludo!

Leonardo dijo...

Gracias gente!!

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