3 oct 2013

La noche del demonio 2: Terror elevado a una buena potencia

* * * *  MUY BUENA

El director James Wan es una especie de nuevo “maestro del terror” del cine actual. Ese título lo obtuvo en 2004 cuando estrenó la taquillera “Saw”, lo confirmó con “La Noche del Demonio” (2011) y lo revalidó con “El Conjuro” (2013) quien, en opinión de nuestro gran amigo Mauro Jacobo, “es una de las sorpresas más grandes de esta temporada y la verdad es que se merece el reconocimiento que se le ha hecho como tal”. Es inevitable hacer una comparación entre las dos películas que el realizador estrenó este año, ya que “El Conjuro” precedió en cartelera a ”La Noche del Demonio 2” y se tornó un singular éxito. Eso implica que la primera se transforma en un molde o lente sobre el cual se juzga a la película que me convoca a escribir. De todos modos, “La Noche...” tiene cierta autonomía que se desprende de aquella y hace la suya en ciertos aspectos.
Dos años atrás, la familia Lambert sufría una serie de eventos paranormales. Creyendo estar en una casa embrujada, pronto se dieron cuenta de que el terror nacía del seno mismo de la familia. El hijo mayor de la familia, Dalton, poseía un don: la proyección mental en los sueños que le permite el contacto con mundos del más allá. Y el don lo heredó de su padre. En esta segunda entrega, la trama retoma la historia de la primera parte y vemos a Josh (Patrick Wilson), padre de Dalton, perder su alma en ese mundo paralelo, quien es posesionado por un espíritu maligno que lo obliga a realizar una terrible tarea: matar. La raíz de los turbulentos sucesos es la conexión del mundo de los mortales con el mundo de los espíritus. La lucha se centrará en recuperar a Josh y terminar con la influencia de los espíritus.
En varias reseñas a títulos de este género, resalté que éste tiene elementos repetitivos y explotados de manera sistemática. Esta cinta no está exenta de apariciones demoníacas, objetos que vuelan, posesiones y misterios, elementos que comparte, por ejemplo, con “El Conjuro”. Y en otras críticas puse de relieve la importante tarea que tiene a su cargo el director. En una oportunidad dije que “... una historia bastante sencilla y simple no impide que un director pueda proponer una elaboración personal atractiva en el modo de presentarla...” (La Gran Boda). Y eso es el punto fuerte de la película: la visión de su director, quien tiene una solvencia insuperable para colocar cada elemento integrante de la trama de una forma inteligente y atractiva. No importa cuánto se cuenta, sino cómo se lo cuenta. Este concepto, lo comprende, lo pone el práctica y es efectivo a la hora de analizar la reacción que genera en el espectador, quien no se ahoga en baños de sangre y se terrorífica con sutilezas que implican un gol de media cancha.
Ayuda a su trabajo un guión interesante, que desarrolla el pasado de los personajes y ahonda allí donde puede conseguirse el máximo provecho a la trama. Hay que recalcar que se trata de una secuela y afortunadamente no se le aplica la famosa máxima: “las secuelas no superan a las primeras partes”. Si bien no es superior a la primera, cuenta con un argumento que retoma las líneas argumentales de aquella y las desarrolla y profundiza, creando una cierta continuidad de las tramas de ambas películas. Un guiño a esa decisión.
En síntesis, se trata de un trabajo interesante y que se disfruta, manteniendo al espectador casi sin aliento. Y el final deja varias puertas abiertas que podrían llegar a desembocar en una tercera entrega. ¿Será cierto eso? Yo creo que sí: a esta altura, la noticia está confirmada. Espero con ansias un nuevo encuentro con el mundo de los espíritus.

Crítica realizada por Leo Arce.



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