* * * * * EXCELENTE
Si algo no se le puede atribuir al director norteamericano Richard Linklater es ser funcional a la lógica narrativa de Hollywood. Ya se atrevió a ponernos en pantalla a dos jóvenes veinteañeros (Julie Delpy y Ethan Hawke) filosofando acerca de la vida y el amor en “Antes del Amanecer” (1995), “Antes del Atardecer” (2002) y “Antes de la Medianoche” (2013). Es de notar en esta imperdible trilogía la relevancia que Linklater le otorga a la variable “tiempo”. En tres películas, vemos a los mismos protagonistas cuyas vidas se fueron sedimentando a través de la experiencia recogida a lo largo del tiempo. Sin dudas que el director tiene una extraña relación con aquella variable y “Boyhood” (2014) es una muestra acabada de ese vínculo.
Más que loable es que una película oficie de continente de una experiencia cinematográfica capaz de capturar el tiempo de manera contundente y trascendental en aproximadamente 160 minutos. Porque eso es lo que “Boyhood” implica: una genuina experiencia reveladora, intensa, cautivadora y profundamente sencilla, que está siendo colocada en los máximos altares del séptimo arte mundial por parte del público y de la crítica. Filmar a cuatro actores por doce años (desde 2002 hasta 2013) y durante 39 días es una clara prueba del más sutil y conmovedor cine experimental que Linklater pudo proponer.
El espectador presencia la vida cotidiana de Mason (Ellar Coltrane), desde sus 6 años hasta los 18, quien junto a su hermana (Lorelei Linklater) debe convivir con las atribuladas decisiones de su madre (Patricia Arquette) y la particular vida bohemia e irresponsable de su padre (Ethan Hawke). Pero, ¿qué tiene de trascendental un relato que muestra el crecimiento de un niño y su hermana y el envejecimiento de sus padres? Es que la historia no se reduce a lo meramente biológico sino que trasciende lo singular.
Como en la trilogía de “Antes del ...”, esta cinta no presenta elementos narrativos ni otros recursos que provean de giros inesperados a la trama para que te vuele la cabeza. Es sencillamente una secuencia de situaciones cotidianas y hasta, por momentos, insignificantes, que gozan de una fuerza capaz de influenciar en la vida de los personajes. Es de esta manera que se armoniza la transformación física y emocional de nuestro protagonista (que va de ser un niño a un adolescente) con una historia que retrata a una madre que lucha contra las consecuencias de matrimonios frustrados en la búsqueda del bienestar para sus hijos y de su realización personal, y a un padre ausente e idealista que intenta con grandes dificultades generar un vínculo con sus hijos. Es por ello que la trama navega en las aguas de la dicotomía entre lo sencillo y lo magnifico. Y esto es así porque el director plasma una historia en donde la magnificencia se encuentra en los sencillos momentos que la vida ofrece. Sólo hay que tener una mirada atenta para poder descubrirlos.
Por otra parte, el tiempo conjuga aspectos sociales, políticos y afectivos al desnudar un período que alterna las consecuencias del atentado de las Torres Gemelas, la guerra de Irak, la elección de Barak Obama, el uso de la tecnología con un evento literario como fue la saga de Harry Potter y el impacto de la música de Britney Spears en la cultura norteamericana. En fin, el tiempo termina siendo un factor preponderante.
La naturalidad con la que Linklater impulsa la cinta es de una belleza incomparable. Uno comienza a ver la película y el correr de los minutos hace indetectable el transcurso del tiempo en los actores. Esto me hizo pensar lo siguiente: quién no ha escuchado alguna vez de una madre o de un padre decir respecto de sus hijos, ¿cómo crecen de rápido, no? Quienes lo son, seguramente entenderán la emotividad escondida detrás de esa frase. Los hijos crecen y nadie se detiene a pensar en el paso del tiempo. Quienes no lo son, lo experimentarán gracias a ese efecto que el director recrea en la cinta. Y eso es un mérito que no conoce límites. De lo mejor que he visto en este año.
Crítica realizada por Leonardo Arce.
Más que loable es que una película oficie de continente de una experiencia cinematográfica capaz de capturar el tiempo de manera contundente y trascendental en aproximadamente 160 minutos. Porque eso es lo que “Boyhood” implica: una genuina experiencia reveladora, intensa, cautivadora y profundamente sencilla, que está siendo colocada en los máximos altares del séptimo arte mundial por parte del público y de la crítica. Filmar a cuatro actores por doce años (desde 2002 hasta 2013) y durante 39 días es una clara prueba del más sutil y conmovedor cine experimental que Linklater pudo proponer.
El espectador presencia la vida cotidiana de Mason (Ellar Coltrane), desde sus 6 años hasta los 18, quien junto a su hermana (Lorelei Linklater) debe convivir con las atribuladas decisiones de su madre (Patricia Arquette) y la particular vida bohemia e irresponsable de su padre (Ethan Hawke). Pero, ¿qué tiene de trascendental un relato que muestra el crecimiento de un niño y su hermana y el envejecimiento de sus padres? Es que la historia no se reduce a lo meramente biológico sino que trasciende lo singular.
Como en la trilogía de “Antes del ...”, esta cinta no presenta elementos narrativos ni otros recursos que provean de giros inesperados a la trama para que te vuele la cabeza. Es sencillamente una secuencia de situaciones cotidianas y hasta, por momentos, insignificantes, que gozan de una fuerza capaz de influenciar en la vida de los personajes. Es de esta manera que se armoniza la transformación física y emocional de nuestro protagonista (que va de ser un niño a un adolescente) con una historia que retrata a una madre que lucha contra las consecuencias de matrimonios frustrados en la búsqueda del bienestar para sus hijos y de su realización personal, y a un padre ausente e idealista que intenta con grandes dificultades generar un vínculo con sus hijos. Es por ello que la trama navega en las aguas de la dicotomía entre lo sencillo y lo magnifico. Y esto es así porque el director plasma una historia en donde la magnificencia se encuentra en los sencillos momentos que la vida ofrece. Sólo hay que tener una mirada atenta para poder descubrirlos.
Por otra parte, el tiempo conjuga aspectos sociales, políticos y afectivos al desnudar un período que alterna las consecuencias del atentado de las Torres Gemelas, la guerra de Irak, la elección de Barak Obama, el uso de la tecnología con un evento literario como fue la saga de Harry Potter y el impacto de la música de Britney Spears en la cultura norteamericana. En fin, el tiempo termina siendo un factor preponderante.
La naturalidad con la que Linklater impulsa la cinta es de una belleza incomparable. Uno comienza a ver la película y el correr de los minutos hace indetectable el transcurso del tiempo en los actores. Esto me hizo pensar lo siguiente: quién no ha escuchado alguna vez de una madre o de un padre decir respecto de sus hijos, ¿cómo crecen de rápido, no? Quienes lo son, seguramente entenderán la emotividad escondida detrás de esa frase. Los hijos crecen y nadie se detiene a pensar en el paso del tiempo. Quienes no lo son, lo experimentarán gracias a ese efecto que el director recrea en la cinta. Y eso es un mérito que no conoce límites. De lo mejor que he visto en este año.
Crítica realizada por Leonardo Arce.
1 comentario:
3 horas de la vida misma contada en pequeños detalles... una gran película. Muy buena reseña Leo!
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