4 sept 2013

Séptimo: Darín sin sus niños; el guión sin su norte

* * *     BUENA

Con un trailer que acaparó la atención de muchos, se creyó estar ante una joya cinematográfica que explotaría el potencial de una historia plagada de tensión, suspenso e imprevisión. Pero parece ser que las expectativas quedaron reducidas a sus buenos avances. El español Patxi Amezcua dirige y co-escribe el guión de este nuevo exponente del cine criollo. “Séptimo” es una coproducción argentino-española que tiene como mérito traer (una vez más) a la pantalla grande al rey Midas del cine nacional: el siempre efectivo, correcto y solvente actor Ricardo Darín. Su nombre sellando la cinta le asegura una posición privilegiada en la taquilla argentina. Y eso es completamente indiscutible.
Ricardo Darín es Sebastián, un importante abogado que, en vísperas de una audiencia crucial, debe buscar a sus hijos quienes viven junto a su madre (Belén Rueda) en el séptimo piso de un antiguo edificio. Un día decide jugar un poco con sus hijos: él bajará en el ascensor; ellos, por las escaleras. Ganará el primero en llegar a la planta baja. Sebastián sale victorioso, pero los resultados son catastróficos: sus hijos desaparecen en el trayecto del séptimo piso hasta el hall de entrada. Desesperado, comienza una peregrinación por cada departamento de cada piso del edificio hasta que una misteriosa llamada telefónica le informa que se encuentran secuestrados y, para ser liberados, debe efectuar la entrega de cien mil dólares en un plazo de dos horas. A partir de allí, Sebastián sospechará de todos los que lo rodean y deberá sobrepasar los mismísimos límites de su conducta para reencontrarse con sus hijos.
A primera vista, la historia contiene todos los elementos para producir un thriller de suspenso que atrape al espectador de principio a fin. De hecho, en la primera media hora la película permite que nos conectemos y nos mantengamos expectantes mediante un ritmo que no da respiro, que produce claustrofobia entre tantas escaleras, pasillos, ascensores y departamentos, en el marco de una desesperada búsqueda de un Darín que brilla en cada primer plano que el director realiza. Pero ese nivel de ritmo visual y argumental no logra sostenerse tras esa primera media hora, ya que el guión comienza a torcerse, demostrando lagunas e inconsistencias que no se superan. Algunas líneas secundarias comienzan a abrirse a partir de la trama principal de una manera interesante para terminar inconclusas, desprovistas de un fuerte anclaje a las líneas centrales. Esta circunstancia desemboca en un final abrupto, apresurado y bañado de previsibilidad, con una suerte de final feliz, con perdices, moño y todo. Pudiendo explotar el “efecto sorpresa” y dar una vuelta de tuerca que deje al espectador excitado, los guionistas optaron por el facilismo, sin apostar a lo grande. 
El punto flojo que presenta el guión termina suavizado por un elenco que rema holgadamente la historia. Aparte de la impecable actuación de Darín y la presencia de la actriz española del momento, Belén Rueda, las participaciones de Osvaldo Santoro y Luis Ziembrowsky (ambos con personajes interesantes y muy bien logrados), realzan algunas escenas. Los aspectos técnicos están bien cuidados: una impecable fotografía, una intensa música que acompaña de manera atractiva y una serie de planos aéreos de Buenos Aires que contrastan con el asfixiante escenario del edificio en cuestión.
En definitiva, el tráiler promocional nos vendió una cinta interesante que el resultado final se encargó de neutralizar. Pero esta película juega con una de las cartas fuertes del cine nacional: la presencia de Ricardo Darín. Y con él, todo está dicho.

Crítica de Leonardo Arce



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