* * * BUENA
Una novela gráfica adaptada al cine puede ser una fuente inagotable de interesantes ideas y de inesperados giros argumentales. Cuando se cuenta con una fuerte convicción artística, se puede aprovechar esos elementos y lograr una película visualmente atrapante. No sucede eso con esta cinta, que apela a una presentación clásica pero segura, sin asumir los riesgos que otros corrieron en adaptación de este estilo (por ejemplo, "300", "Sin City", etc.).
La película nos trae la historia del agente de la agencia antidroga estadounidense Robert Trench (Denzel Whashington) y del oficial de inteligencia de la marina de los EE.UU., Marcus Stigman (Mark Wahlberg), quienes por cuestiones del destino se conocen y planean el asalto a un banco. El objetivo: robar U$S 43.000.000. Los dueños del dinero: la mafia mexicana que explota el mercado del narcotráfico. Infiltrados por sus respectivas agencias, ambos desconocen que los dos forman parte de una investigación tendiente al desmantelamiento de la red delictiva. Luego de que intentaran asesinar a los agentes, se enteran de que el dinero robado no pertenece a la mafia sino a la CIA (en retribución por la colaboración que les presta en la liberación de zonas) y son abandonados por sus superiores. Sin la protección de nadie y en medio de una red de engaños, los dos sujetos se unirán y confiarán entre sí para recuperar los millones robados y salvar sus vidas.
Interesante propuesta que cuenta con todo lo que no puede faltar en una película de acción y suspenso: traiciones, agentes encubiertos, drogas, explosiones y dinero. La historia avanza a un ritmo uniforme, con algunos guiños de comedia que la hacen más dócil, hasta lograr un producto no catastróficos que supera la línea de lo aceptable. Pochoclera casi por definición, la película cuenta con escenas imponentes que mantienen en vilo al espectador, con momentos que “rozan” algo así como buenos intentos de lograr algo memorable.
El principio de la película nos hace presagiar una prometedora cinta que, con el transcurso de los minutos, termina casi reducida a una más de acción. No hay dudas de que esa ha sido la intención del director porque el final es de la misma naturaleza que el principio: uno queda con ese sabor de haber visto algo digno de recordar, aunque la realidad demuestra lo contrario. Por otro lado, el dúo protagonista cumple, pero no se luce. Dos actores de probado talento que se unen en una película de acción es una receta efectiva, en tanto y en cuanto logren cierta química que el espectador logre apreciar. No sucede en este caso; sin embargo, la cinta se basta a sí misma con lo que cada uno individualmente ofrece.
Algo que merece ser atacado es ese afán del cine norteamericano de presentar a los “malos” dedicados al narcotráfico como latinos; en este caso, como mexicanos. Lo dice el narco Papi Greco: los norteamericanos se aprovechan de la debilidad y la corrupción de su país para realizar sus negocios con las drogas. Este modo de estereotipar los narcos es algo bastante difundido en el cine de acción hollywoodense. Casarse con este tipo de paradigmas es una muestra más de facilismo y de la ausencia de riesgos a asumir para lograr un resultado diferente.
De todos modos, “Dos armas letales” ofrece momentos de diversión aceptable. Se deja ver, aunque me quedo con ganas de ver riesgos, de buenos intentos, más allá del resultado que se consiga. Creo que tendré que esperar a otra propuesta.
Crítica realizada por Leo Arce
La película nos trae la historia del agente de la agencia antidroga estadounidense Robert Trench (Denzel Whashington) y del oficial de inteligencia de la marina de los EE.UU., Marcus Stigman (Mark Wahlberg), quienes por cuestiones del destino se conocen y planean el asalto a un banco. El objetivo: robar U$S 43.000.000. Los dueños del dinero: la mafia mexicana que explota el mercado del narcotráfico. Infiltrados por sus respectivas agencias, ambos desconocen que los dos forman parte de una investigación tendiente al desmantelamiento de la red delictiva. Luego de que intentaran asesinar a los agentes, se enteran de que el dinero robado no pertenece a la mafia sino a la CIA (en retribución por la colaboración que les presta en la liberación de zonas) y son abandonados por sus superiores. Sin la protección de nadie y en medio de una red de engaños, los dos sujetos se unirán y confiarán entre sí para recuperar los millones robados y salvar sus vidas.
Interesante propuesta que cuenta con todo lo que no puede faltar en una película de acción y suspenso: traiciones, agentes encubiertos, drogas, explosiones y dinero. La historia avanza a un ritmo uniforme, con algunos guiños de comedia que la hacen más dócil, hasta lograr un producto no catastróficos que supera la línea de lo aceptable. Pochoclera casi por definición, la película cuenta con escenas imponentes que mantienen en vilo al espectador, con momentos que “rozan” algo así como buenos intentos de lograr algo memorable.
El principio de la película nos hace presagiar una prometedora cinta que, con el transcurso de los minutos, termina casi reducida a una más de acción. No hay dudas de que esa ha sido la intención del director porque el final es de la misma naturaleza que el principio: uno queda con ese sabor de haber visto algo digno de recordar, aunque la realidad demuestra lo contrario. Por otro lado, el dúo protagonista cumple, pero no se luce. Dos actores de probado talento que se unen en una película de acción es una receta efectiva, en tanto y en cuanto logren cierta química que el espectador logre apreciar. No sucede en este caso; sin embargo, la cinta se basta a sí misma con lo que cada uno individualmente ofrece.
Algo que merece ser atacado es ese afán del cine norteamericano de presentar a los “malos” dedicados al narcotráfico como latinos; en este caso, como mexicanos. Lo dice el narco Papi Greco: los norteamericanos se aprovechan de la debilidad y la corrupción de su país para realizar sus negocios con las drogas. Este modo de estereotipar los narcos es algo bastante difundido en el cine de acción hollywoodense. Casarse con este tipo de paradigmas es una muestra más de facilismo y de la ausencia de riesgos a asumir para lograr un resultado diferente.
De todos modos, “Dos armas letales” ofrece momentos de diversión aceptable. Se deja ver, aunque me quedo con ganas de ver riesgos, de buenos intentos, más allá del resultado que se consiga. Creo que tendré que esperar a otra propuesta.
Crítica realizada por Leo Arce
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