* * REGULAR
1999 infundió un renovado aire al género del terror. Se estrenaba “El proyecto Blair Witch”, una película que utilizaba un efectivo e innovador recurso, en el que los mismos protagonistas de la película documentaban con una cámara aficionada los extraños sucesos que experimentaban. ¡Cuántos habremos saltado de las butacas y con los corazones en la mano del susto que nos dieron escenas reales y de alto impacto! Una película que marcó un nuevo rumbo al género, rediseñando el concepto mismo del miedo.
Muchas películas precedieron este éxito (Actividad Paranormal & compañía). Pero esta nueva entrega de Fenómenos Paranormales es un exponente de la decadencia y la sobre explotación de este recurso, en el que el concepto de miedo que rediseñó aquel clásico del terror se reduce a apenas un cosquilleo insensible y sin sentido. Ya no asusta nada en esta cinta.
El guión, que se basó en malas actuaciones, escenas previsibles, apariciones que causaban gracia y en una trama demasiada floja, cuenta la historia de un grupo de adolescentes que intentan descubrir la verdad acerca de los sucesos que ocurrieron en la primera entrega. Una colección de imágenes editadas fueron presentadas como una película de ficción, pero... ¿había sido todo real? Encerrados voluntariamente en el hospital psiquiátrico en el que se filmó “Grave Encounters”, el grupo descubrirá la verdad que se esconde detrás de esas paredes y de esa película.
Quizás las apariciones le restaron mucha credibilidad al miedo que podía inspirar la oscuridad y la persecución, elementos que hubiesen funcionado medianamente sin necesidad de exponernos a ver fantasmas mal logrados. Un par de efectos especiales que rozan la mediocridad no colaboraba en nada para imprimir el terror que debería resultar. Si a esto le sumamos actuaciones similares a las de una simpática Karina Jellinek interpretando una obra de Shakespeare, la recreación del argumento deja mucho que desear.
Pese a ello, la trama tiene elementos interesantes, que ofician como disparadores de la duda acerca de la realidad (o no) de los acontecimientos relatados en la primera parte. Pero el peso mismo de estos aportes no logran equilibrar la balanza, que termina inclinándose hacia el lado negativo.
Es una pena que la mala utilización de un recurso que generó miedo por montones haya sido sobre explotado a tal punto de no infundir actualmente nada en el espectador. Eso corrobora la fácil idea de que es preferible ir por caminos conocidos y que generan ganancias económicas aceptables, antes que asumir riesgos y utilizar líneas argumentativas nuevas. Las ideas se agotan, no por la debilidad de su efectividad, sino por la insistente decisión de utilizarlas hasta el hartazgo.
Crítica realizada por Leo Arce.
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