* * * BUENA
Se estrenó la tan esperada versión en acción real de "El Rey León" y las reacciones que está suscitando son variadas. Por un lado está el espectador fanático del clásico animado de 1994, que no puede creer que una de sus películas favoritas está siendo editada nuevamente con esta espectacular tecnología. Salta en una pata de alegría y le perdona casi cualquier pecado que pueda cometer esta nueva versión. En el otro extremo tenemos a la crítica especializada de cine que no está muy risueña con este último trabajo del ya popular director, Jon Favreau (''El libro de la selva'', ''Iron Man'').
De entrada pensaban que no tenía mucho sentido, en términos de valor para la industria del cine, refritar todos estos clásicos en el formato de acción real porque no aportan nada nuevo fuera de ver las maravillas técnicas que tiene para ofrecernos el séptimo arte moderno. Pero más allá de esto, yo creo que siempre podemos disfrutar de un buen clásico si está bien adaptado. ''El libro de la selva'' de 2016 fue una bomba de entretenimiento que mejoró incluso al clásico animado. Yo, como suele suceder habitualmente, me pongo al medio de estos extremos. Ni muy, muy, ni tan, tan. Como espectador, como fan, disfruté mucho ver esas animaciones noventosas convertidas en animales tan reales que uno casi no puede notar la diferencia. Esto sin contar que la trama de la película, es psicológicamente fuerte y muy entretenida. Al mismo tiempo, no pude dejar de notar que muchas escenas emotivas de la historia de repente se habían vuelto acartonadas. Y ahí fue cuando tuve un deja vú con otro reciente título de Disney en acción real con el que me quedé un poco decepcionado, ''Dumbo''. El gran problema de esta nueva versión del rey de la selva, así como con la edición 2019 del elefantito volador, es la deshumanización de los personajes, que en este caso son animales. Un poco complicado, ¿no? Vamos de nuevo. La conexión, la empatía, las emociones que sentíamos hacia esos personajes de las animaciones, que en realidad eran animales humanizados en su comportamiento, se pierden en gran medida al volver a naturalizarlos como animales.
La nueva propuesta gana en aspectos técnicos pero pierde mucho en carisma e identificación con el público. Ese Mufasa que podría ser nuestro padre, ese Simba que podríamos ser nosotros mismos, esos Timón y Pumba que podrían ser algunos amigos divertidos, pierden fuerza ante su realismo, su naturalización. Entonces las caras de alegría, tristeza, emoción o miedo ya no son tan vívidas porque no sería realista ver a un león, el animal, llorar o reírse. Esto creo que es un error que no previeron, algo extraño para tamaña industria, o peor aún, subestimaron al público y pensaron que no sería tan grave quitarles esa humanidad a los personajes. En ''El libro de la selva'' de este mismo director, esto estuvo mejor resuelto, pero mas aún, en ''Mowgli: Legend of the Jungle'' de Andy Serkis, por más que sus animales perdían en realismo, ganaban en humanización y por lo tanto en empatía con los espectadores.
Todo lo demás, es todo lo que esperábamos y más. Una cinematografía excelente, con un selva imponente, con animales computarizados que parecen totalmente reales, y casi todas las secuencias que uno esperaba ver en su máximo esplendor, están llevadas a la realidad con una precisión exquisita. En conclusión, un balance agridulce que si bien satisface en fanatismo, se queda un poco corto en lo que a cine se refiere.
De entrada pensaban que no tenía mucho sentido, en términos de valor para la industria del cine, refritar todos estos clásicos en el formato de acción real porque no aportan nada nuevo fuera de ver las maravillas técnicas que tiene para ofrecernos el séptimo arte moderno. Pero más allá de esto, yo creo que siempre podemos disfrutar de un buen clásico si está bien adaptado. ''El libro de la selva'' de 2016 fue una bomba de entretenimiento que mejoró incluso al clásico animado. Yo, como suele suceder habitualmente, me pongo al medio de estos extremos. Ni muy, muy, ni tan, tan. Como espectador, como fan, disfruté mucho ver esas animaciones noventosas convertidas en animales tan reales que uno casi no puede notar la diferencia. Esto sin contar que la trama de la película, es psicológicamente fuerte y muy entretenida. Al mismo tiempo, no pude dejar de notar que muchas escenas emotivas de la historia de repente se habían vuelto acartonadas. Y ahí fue cuando tuve un deja vú con otro reciente título de Disney en acción real con el que me quedé un poco decepcionado, ''Dumbo''. El gran problema de esta nueva versión del rey de la selva, así como con la edición 2019 del elefantito volador, es la deshumanización de los personajes, que en este caso son animales. Un poco complicado, ¿no? Vamos de nuevo. La conexión, la empatía, las emociones que sentíamos hacia esos personajes de las animaciones, que en realidad eran animales humanizados en su comportamiento, se pierden en gran medida al volver a naturalizarlos como animales.
La nueva propuesta gana en aspectos técnicos pero pierde mucho en carisma e identificación con el público. Ese Mufasa que podría ser nuestro padre, ese Simba que podríamos ser nosotros mismos, esos Timón y Pumba que podrían ser algunos amigos divertidos, pierden fuerza ante su realismo, su naturalización. Entonces las caras de alegría, tristeza, emoción o miedo ya no son tan vívidas porque no sería realista ver a un león, el animal, llorar o reírse. Esto creo que es un error que no previeron, algo extraño para tamaña industria, o peor aún, subestimaron al público y pensaron que no sería tan grave quitarles esa humanidad a los personajes. En ''El libro de la selva'' de este mismo director, esto estuvo mejor resuelto, pero mas aún, en ''Mowgli: Legend of the Jungle'' de Andy Serkis, por más que sus animales perdían en realismo, ganaban en humanización y por lo tanto en empatía con los espectadores.
Todo lo demás, es todo lo que esperábamos y más. Una cinematografía excelente, con un selva imponente, con animales computarizados que parecen totalmente reales, y casi todas las secuencias que uno esperaba ver en su máximo esplendor, están llevadas a la realidad con una precisión exquisita. En conclusión, un balance agridulce que si bien satisface en fanatismo, se queda un poco corto en lo que a cine se refiere.
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