* * * * MUY BUENA
“Les garçons et Guillaume, à table!” es una comedia francesa ganadora de cinco premios César en 2014 (incluyendo Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Guión Adaptado), un equivalente del Oscar del país galo. Con tintes autobiográficos, el actor Guillaume Gallienne la protagoniza, la dirige y la escribe, atreviéndose a realizar una revisión crítica y cómica de una búsqueda personal de su identidad sexual.
El modo en que se plasma la historia supone todo un desafío, tanto en la manera en que el guión es retratado en la pantalla como en el montaje de la película que lo resalta. Porque acá, el puntapié inicial lo da el protagonista, Guillaume, subiéndose a las tablas para actuar en un unipersonal. Desde el escenario, le va contando a su público los avatares que ha tenido que vivir para encontrarse a sí mismo. De esta manera, la película va y viene, alternando la interpretación de su obra y su pasado; un pasado signado por la fuerte presencia de una madre elegante, avasallante y malhumorada por la que Guillaume siente una devoción tan desmedida que la imitaría hasta en el más insignificante detalle. El protagonista cree que es una mujer heterosexual y su madre contribuye a esa creencia. La trama se desglosa a medida que recorre su camino para descubrirse como mujer heterosexual, luego como hombre homosexual y, por último, como hombre heterosexual.
No por nada el título en francés (“Los chicos y Guillaume, a la mesa!”), es toda una revelación del pensamiento del director. Era la manera en que la madre llamaba a sus hijos, de modo tal que separaba a Guillaume de los otros, buenos ejemplares de “machos”. Esa madre volcaba toda su personalidad en su hijo y era lo que caracterizaba esa relación simbiótica. Es por eso que el director decidió también interpretarla, para aumentar la risa de todos nosotros.
La película concluye con reflexiones muy personales del director/actor sobre las mujeres, lo que significan en su vida y el modo en que las concibe. Y cuando se rompe ese vínculo es donde dejamos de ver al protagonista en el rol de su madre para que la veamos interpretada por una mujer de carne y hueso. Para lograr de ese desprendimiento, la trama se orienta a lo dramático y eso la dota de una frescura singular.
La película deja desnuda una inconsciente pero fuerte crítica al rol que una madre cumple en el desarrollo psicofísico de sus hijos. No pocos directores son los que han usado su arte para darles “masa” a sus madres que marcaron a fuego sus infancias y adolescencias. Gallienne también lo hace, pero no a través de una crítica feroz sino “parodiando” su propio padecimiento, con más que excelentes resultados.
Desde lo técnico, está muy bien realizada. El guión divierte y entretiene mucho. Hay escenas muy descabelladas, como un baile de sevillana, unos masajes al estilo deportista y una colono terapia que rozan lo ridículo sin ceder en ningún momento una gota de comicidad. Realmente sublimes y de diversión 100% asegurada. Se vive un rato de buen cine con un digno trabajo que se disfruta de principio a fin.
Crítica realizada por Leonardo Arce.
El modo en que se plasma la historia supone todo un desafío, tanto en la manera en que el guión es retratado en la pantalla como en el montaje de la película que lo resalta. Porque acá, el puntapié inicial lo da el protagonista, Guillaume, subiéndose a las tablas para actuar en un unipersonal. Desde el escenario, le va contando a su público los avatares que ha tenido que vivir para encontrarse a sí mismo. De esta manera, la película va y viene, alternando la interpretación de su obra y su pasado; un pasado signado por la fuerte presencia de una madre elegante, avasallante y malhumorada por la que Guillaume siente una devoción tan desmedida que la imitaría hasta en el más insignificante detalle. El protagonista cree que es una mujer heterosexual y su madre contribuye a esa creencia. La trama se desglosa a medida que recorre su camino para descubrirse como mujer heterosexual, luego como hombre homosexual y, por último, como hombre heterosexual.
No por nada el título en francés (“Los chicos y Guillaume, a la mesa!”), es toda una revelación del pensamiento del director. Era la manera en que la madre llamaba a sus hijos, de modo tal que separaba a Guillaume de los otros, buenos ejemplares de “machos”. Esa madre volcaba toda su personalidad en su hijo y era lo que caracterizaba esa relación simbiótica. Es por eso que el director decidió también interpretarla, para aumentar la risa de todos nosotros.
La película concluye con reflexiones muy personales del director/actor sobre las mujeres, lo que significan en su vida y el modo en que las concibe. Y cuando se rompe ese vínculo es donde dejamos de ver al protagonista en el rol de su madre para que la veamos interpretada por una mujer de carne y hueso. Para lograr de ese desprendimiento, la trama se orienta a lo dramático y eso la dota de una frescura singular.
La película deja desnuda una inconsciente pero fuerte crítica al rol que una madre cumple en el desarrollo psicofísico de sus hijos. No pocos directores son los que han usado su arte para darles “masa” a sus madres que marcaron a fuego sus infancias y adolescencias. Gallienne también lo hace, pero no a través de una crítica feroz sino “parodiando” su propio padecimiento, con más que excelentes resultados.
Desde lo técnico, está muy bien realizada. El guión divierte y entretiene mucho. Hay escenas muy descabelladas, como un baile de sevillana, unos masajes al estilo deportista y una colono terapia que rozan lo ridículo sin ceder en ningún momento una gota de comicidad. Realmente sublimes y de diversión 100% asegurada. Se vive un rato de buen cine con un digno trabajo que se disfruta de principio a fin.
Crítica realizada por Leonardo Arce.
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